No me canso de escuchar a los medios decir: “La emisión de gases tóxicos, como el CO2, resultante de acciones humanas, como la actividad industrial y el transporte, es responsable del fenómeno del cambio climático”. Voy a dividir esta frase en dos partes, la primera: sí, la emisión de gases de efecto invernadero, como el CO2, el metano y otros gases forman una capa en la atmósfera que retiene el calor, lo que hace que la temperatura global promedio de la Tierra aumente con el tiempo, y de manera bastante significativa después de la revolución industrial, cuando comenzamos a utilizar a gran escala combustibles fósiles como el carbón.
El segundo punto que quería plantear para la reflexión es que el CO2 ¡No es un gas tóxico! Todos los seres vivos, al respirar, absorben oxígeno de la atmósfera y, mediante el proceso de respiración celular, eliminan CO2. Es decir, si el CO2 Si fuera tóxico, nos estaríamos envenenando simplemente con respirarlo. Haciendo el ciclo inverso, plantas y algas, en el proceso de fotosíntesis, eliminan CO2 de la atmósfera y fijarlo en sus tejidos, eliminando al mismo tiempo, como “residuo”, el oxígeno que respiramos. La naturaleza, en sus ciclos perfectos, favorece la recirculación de estos elementos químicos de forma continua. Por eso decimos que los bosques y las compensaciones de emisiones mediante proyectos de reforestación son una herramienta importante para absorber parte de estos gases y retenerlos en forma de materia orgánica.
Entonces, ¿cuál es el problema con el CO?2? El problema es que los combustibles fósiles se forman a partir de la deposición de materia orgánica (es decir, restos de plantas, algas y animales) en el fondo de mares y lagos, y la sedimentación de este material bajo altas presiones y temperaturas durante millones de años, dando dan lugar a moléculas químicas que contienen varios átomos de carbono y mucha energía en su estructura, los hidrocarburos. Y la quema de estos combustibles en el mundo, principalmente en los motores de los automóviles de combustión y para la generación de energía, está provocando que esta gigantesca cantidad de carbono, que estuvo almacenada durante millones de años, se libere ahora a la atmósfera, provocando un aumento importante y continuo. flujo de este gas en la capa gaseosa de la tierra.
Según la publicación “The Atmosphere: Understanding Carbon Dioxide” (traducción libre) de Alan Buis, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre era, en 2019, de casi 412 partes por millón (ppm) y creciente. Esto supone un aumento de 47% desde el inicio de la Era Industrial, cuando la concentración se acercaba a las 280 ppm, y un aumento de 11% desde el año 2000, cuando se acercaba a las 370 ppm.
También es importante mencionar que la deforestación, que estamos viendo cada vez más en la Amazonía y otras regiones del mundo, ya sea a través de incendios o talas, también causa todo el carbono que quedó almacenado en las ramas, hojas, troncos y en el suelo. (¡sí, hay mucho carbono almacenado en el suelo de las zonas boscosas!) se emite a la atmósfera, lo que reduce la capacidad de los bosques para actuar como depósitos naturales de carbono y regular el clima.
Entonces, lo que estamos haciendo los seres humanos es alterar el equilibrio geoquímico del planeta al emitir mucho más CO2 de lo que la naturaleza es capaz de almacenar. En otras palabras, cuando quemamos, ya sea un recurso fósil no renovable o bosques, estamos transformando un proceso circular (ciclo del carbono) en un proceso lineal, con el agotamiento de este recurso en un extremo (reservas de combustibles fósiles y stock de biomasa de nuestros bosques) y la acumulación en el otro (aumento de la concentración de CO2 En la atmósfera).
Entonces, ¿qué podemos hacer para minimizar esta situación? El desarrollo de nuevas tecnologías para eliminar el carbono de la atmósfera y almacenarlo en el suelo es importante, pero por el momento se trata de tecnologías caras y poco escalables. Lo que debemos hacer lo antes posible es sustituir el consumo de combustibles fósiles por fuentes renovables, tanto en el proceso de generación de energía como en el sector del transporte.
También necesitamos frenar, o reducir al máximo, la deforestación y promover la regeneración de áreas naturales, que tiene la capacidad no sólo de eliminar carbono de la atmósfera, sino de traer muchos otros beneficios, como mayor cantidad y calidad de agua, reducción de la erosión y pérdida de suelo y mantenimiento de la biodiversidad.
“En la naturaleza nada se pierde, nada se crea, todo se transforma”.
Que aprendamos más de la naturaleza para realizar las actividades humanas de manera cíclica, equilibrada y armoniosa.
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